...LA LLAMA DE LA REVOLUCIÓN AÚN SIGUE ENCENDIDA...
Vivimos en una época de marcha triunfal
de la mundialización neo-liberal, de hegemonía abrumadora del «pensamiento único».
Para enfrentar el sistema capitalista, en su globalidad intrínsecamente perversa,
necesitamos más que nunca de formas de pensamiento y de acción que sean
universales, globales, planetarias. De ideas y de ejemplos que sean
antagónicos, de la manera más radical, a la idolatría del mercado y del dinero,
que se transformó en la religión dominante. Ernesto Che Guevara, como pocos,
fue un espíritu universal, un internacionalista y un revolucionario
consecuente.
Por estas razones, no es de sorprender
el interés que suscita, los años pasan, las modas cambian, a los modernismos
suceden los post-modernismos, las dictaduras son reemplazadas por las
democraduras, el muro de Berlín por el muro del dinero. Pero el mensaje del Che
Guevara, 44 años después, es una antorcha que sigue quemando, en este oscuro y
frío final de siglo.
Muchos compañeros pensamos que la
memoria de los antepasados vencidos y asesinados es una de las más profundas
fuentes de inspiración de la acción revolucionaria de los oprimidos. Ernesto
Guevara -junto con José Martí, Emiliano Zapata, Augusto Sandino, Farabundo
Martí y Camilo Torres- es una de estas víctimas que cayeron de pie, peleando
con las armas en la mano, y que se han vuelto para siempre semillas del futuro
sembradas en la tierra latinoamericana, estrellas en el cielo de la esperanza
popular, carbones ardientes bajo las cenizas del desencanto.
Se percibe la presencia, a veces
invisible, de el «guevarismo». Su herencia se manifiesta tanto en la
imaginación colectiva de los combatientes, como en sus debates sobre los
métodos, la estrategia y la naturaleza de la lucha. Se puede considerar el
mensaje del Che como una semilla que germinó, durante estos 46 años, en la
cultura política de la izquierda, produciendo ramas, hojas y frutos. O como uno
de los hilos rojos con los cuales se tejen los sueños, las utopías y las acciones
revolucionarias.
El Che no fue solamente un combatiente
heroico, sino también un pensador revolucionario, el portador de un proyecto
político y moral, de un conjunto de ideas y valores por las cuales luchó y
murió. La filosofía que le da a sus opciones políticas e ideológicas su
coherencia, su color, su temperatura, es un profundo y auténtico humanismo
revolucionario. Para el Che el verdadero comunista, el verdadero revolucionario
es aquel que considera siempre los grandes problemas de la humanidad como sus
problemas personales, aquel que es capaz de «sentirse angustiado cuando se
asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y sentirse entusiasmado
cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad». El
ejemplo del Che fue la expresión más auténtica, más pura, más combativa y más
concreta de este humanismo revolucionario.
Hay una frase de Martí que el Che
citaba con frecuencia en sus discursos «Todo hombre verdadero debe sentir en la
mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de un hombre». La lucha por esta
dignidad es el principio ético que va a inspirar a Ernesto Guevara en todas sus
acciones.
Enemigo mortal del capitalismo y del
imperialismo, Ernesto Guevara soñaba con un mundo de justicia y libertad en el
cual el hombre deje de ser un lobo para los otros hombres. El ser humano de
esta nueva sociedad, que el Che llamaba «el hombre nuevo» sería el individuo
que ha roto las cadenas de la enajenación y que se relaciona con los demás con
lazos de solidaridad real, de fraternidad universal concreta. Este mundo nuevo,
más allá de la esclavitud capitalista, no podía ser sino el socialista. Es
conocido su planteamiento en la célebre frase «No hay más cambios que hacer: o
revolución socialista o caricatura de revolución».
Las balas pueden asesinar a un
combatiente de la libertad pero no sus ideales. Estos sobrevivirán siempre y
cuando germinen en la conciencia de las generaciones que retoman la lucha. Es
lo que han descubierto, para su rabia y decepción, los miserables que mataron
al Che Guevara.
El mundo de hoy, después del fin del
llamado «socialismo real», el mundo de la idolatría del dinero y de la religión
neo-liberal, parece que está a muchos años-luz de la época en la que luchó y
soñó Ernesto Guevara. Pero para los que no creen en el «fin de la historia» ni
en la eterna perennidad de la explotación capitalista, para los que rechazan
las monstruosas injusticias sociales generadas por este sistema y la
marginalización de los pueblos por el «nuevo orden mundial» imperialista, el
mensaje humanista y revolucionario del Che es, hoy más que nunca, una
ventanilla abierta hacia el futuro.
Movimiento 8 y 9 de Junio
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